La vida en Estados Unidos me ha sorprendido muchísimo, sobre todo por la gente. Son majísimos y súper agradables, desde el primer momento. Lo que más me ha gustado de vivir allí es que no tienes que preocuparte tanto por las notas como en España, y eso te permite disfrutar más de la experiencia.
Lo que más eché de menos fue a mi familia, sobre todo al principio, cuando todavía no conoces a nadie. Pero poco a poco vas haciendo amigos, empiezas a salir, a hacer planes por las tardes… y ya no piensas tanto en ello porque estás entretenida.
El sistema educativo estadounidense también me encantó, especialmente los profesores. Son súper diferentes a los de España: amigables, divertidos, explican muy bien y se nota que de verdad quieren ser profesores. Además, las clases son mucho más interactivas. Por ejemplo, en mi clase de física hicimos proyectos con cables y motores, algo que en España no se suele hacer tanto. Aprendes lo del libro, sí, pero de una forma mucho más práctica y chula.
Los deportes son otra parte fundamental de la vida en Estados Unidos. Se los toman muy en serio: hay entrenos todos los días menos los fines de semana, y eso te hace sentir parte de algo grande. Gracias a ello, también conocí a muchísima gente. Los estadounidenses, en general, me parecieron muy majos y amigables. De hecho, suelen ser ellos los que se acercan primero a hablarte, lo cual ayuda un montón al principio.
Si tuviera que ponerle un “pero”, sería la comida, que no me convenció tanto. Pero, sinceramente, todo lo demás lo compensa con creces.
Y si pienso en mis mejores recuerdos, me quedo con cinco momentos muy especiales:
- Mi primer partido de fútbol siendo animadora.
- Mi primer partido de baloncesto.
- El Winterfest.
- El día del Prom.
- Y la maratón de Harry Potter que hice con mi hermana de acogida.
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