Opiniones Estudiar en USA: carta de Violeta, madre de Carlos

[TESTIMONIOS]

En la siguiente entrada Violeta, la madre de Carlos, que es de Santander, nos cuenta sus impresiones sobre la experiencia que su hijo ha vivido durante su año escolar en Estados Unidos.

«Un viaje que durará años»

Uno nunca sabe dónde empiezan algunos viajes ni cuándo acaban. Nuestro hijo se había negado en redondo a estudiar 4º de la ESO en el extranjero, pero, ironías, ese mismo curso su instituto organizó un intercambio a Francia. El adolescente volvió de allí deslumbrado: le gustó tanto el gran liceo en el que estuvo una semana que pidió -reclamó, solicitó, exigió- que le permitiéramos hacer el Bachillerato en Cholet (la ciudad elegida). Poco imaginamos en aquellas primeras conversaciones que su destino final sería Bettendorf, Iowa, Estados Unidos.

Siempre contamos, pues, que la aventura estadounidense de nuestro hijo empezó en la región del Loira y no en un Foster´s Hollywood, que igual hubiera sido más lógico. Claro que cuando uno emprende un proyecto así debe olvidarse de la lógica. ¿Cómo, si no, unos padres españoles envían alegremente a su ‘pequeño’ de 16 años a 9.000 kilómetros aceptando que no le verán en 10 meses y, encima, después de haber repasado al detalle todos los peligros que pueden acecharle a esa edad, en una cultura tan diferente y poniéndole en manos de unos completos desconocidos? Objetivamente, es una temeridad. En la práctica, solo hay que tener confianza. Lo primero, en el cachorro. Luego, en la profesionalidad de la agencia que organiza. Y, sobre todo, en las personas que lo acogerán al otro lado del océano.

Nosotros nos dedicamos a poner fe desde la primera reunión con ‘Estudiar en USA’. Aún recuerdo a María descubriéndole al vástago todos los obstáculos que tendría que saltar. Le explicó que sería una experiencia fabulosa, pero no idílica. Le habló de que podía sentirse solo, de que tendría que trabajar para hacer amigos, de la inseguridad que sentiría sin dominar el idioma, de cuanto echaría de menos los menús de su casa, de lo complicado que sería encajar en otra familia quizá de otro color, quizá con un arsenal en el sótano.

Nada le hizo dar marcha atrás. Al contrario, se reafirmó y nos hizo enfocarnos. Él dejó de comerse las uñas para causar buena impresión en su futuro hábitat. Y sacó mejores notas que nunca porque le animaron a mejorar su  expediente… Nosotros casi nos morimos de risa el día que grabamos el vídeo de presentación para los americanos. Los meses que pasamos a la espera de instituto y hogar, él no tuvo otra conversación, al punto de que había que prohibirle hablar de Estados Unidos en TODAS las comidas y TODAS las cenas. Fabulaba sin descanso y hubo que bajarle mil veces a la tierra.

Es difícil de olvidar su emoción cuando recibió el primer correo de sus anfitriones. Él, que había soñado que le recibía una familia de California con mansión y adicta a los viajes, se encontró con una muy distinta, de trabajadores de Iowa (en la América agrícola y sin glamour). Gente nada viajera que le decía en su mail que estaba encantada de haber podido elegirle y que tenía ganas de conocerle. A él le pareció la mejor opción de Estados Unidos y del resto del universo. Por supuesto, les buscamos en internet como posesos, a ver quiénes eran, cómo eran, cuántos eran. Nos encontramos con una pareja sonriente con hijos. Y con cinco mascotas, pese a que habíamos solicitado una casa sin bichos. Nos pareció bien. Nos informamos sobre Iowa y supimos que allí el frío en invierno no se anda con rodeos y que el verano es una caldera. También nos pareció perfecto. Hubo muchos nervios en los preparativos, pensando en qué mandarles a aquellos seres tan hospitalarios para corresponder a tanta amabilidad. Una tontería enorme: ahora sabemos que nunca podremos corresponder.

Y pese a que somos una familia acostumbrada a los viajes largos, su trayecto de ida a Estados Unidos se convirtió en el más eterno de los vuelos eternos. Bilbao-París, París-Atlanta, Atlanta-Moline (Illinois). Desde que recibimos la primera foto, sin embargo, supimos que todo iría bien. Quizá porque siempre creímos en él. Quizá porque intuíamos que nadie abre su vida de forma altruista si no piensa volcarse. Quizá porque nosotros no dejamos de trabajar: si él llamaba con alguna queja, había que emplearse a fondo en desactivarla. Si notamos un bajón de moral poco antes de las Navidades, hubo que pedir ayuda a su coordinadora. Aplaudimos todos sus logros -siempre a destiempo por el desfase horario- y le animamos y nos animamos.

Cuando llegó el 20 de septiembre (se fue un 20 de agosto) fue un alivio pensar que seguía vivo y contento: si ha sobrevivido un mes, solo hay que multiplicarlo por otros nueve. El  20 de octubre, él ya estaba lleno de planes. Cada día 20 dábamos gracias por que nada se hubiera torcido, por que un tornado no le hubiera arrollado o por que Trump y Kim Jong-un no hubieran pasado a mayores… De 20 en 20, el año voló. Salvo el último mes, que fue interminable. Ya pesaban las ganas de abrazarle.

Y, de pronto, él se había graduado, había recibido un reconocimiento del equipo de atletismo de su instituto, había tenido su fiesta casera de despedida con 60 invitados y estaba de camino a Cantabria. Antes de volver, dejó un árbol de recuerdo en el jardín de su casa de Iowa y, según su familia americana, también dejó un hueco grande. Ha vuelto FELIZ. Con 17 años, casi melena, con su primera corbata en la maleta y decenas de amigos de nombres imposibles. Se ha bañado en el río Mississippi, ha visto jugar en directo a los míticos Packers, se ha enamorado de Chicago y se ha zampado miles de hamburguesas. Al llegar a Bilbao, se moría por un bocadillo de rabas. Jura que nunca volverá a pisar un McDonalds, aunque no le hemos creído.

Los suyos de Bettendorf le han pedido que, cuando llegue el momento, les invite a su boda. Significará que siguen en contacto. Y él no va a olvidar ese deseo. Estamos seguros de que la aventura en Estados Unidos que empezó en Francia será un viaje de muchos, muchos años. ¡Ah! y lo menos importante. Su inglés es excelente. Su francés no tanto.

Para más información sobre el programa de año escolar en Estados Unidos pulse aquí o llame al 910 019 908.

COMPARTIR ENTRADA

LinkedIn
WhatsApp
Facebook
Twitter

CATEGORIAS