«Después de unas semanas en Estados Unidos ni yo misma podía reconocerme: era capaz de entender casi todo y de expresarme con mucha mayor soltura. «
Me llamo Rocío, tengo 20 años y soy de Sevilla. Hasta hace dos años, estaba convencida de que Sevilla era el centro del mundo y de que, viviendo en una ciudad tan especial, no era necesario salir fuera. Ahora, dos años después, sigo enamorada de mi ciudad, quizás más que nunca, pero he descubierto lo importante que es para cualquier chica de mi edad conocer mundo, aprender a ser independiente y ampliar horizontes.
Cuando terminé el colegio, no tenía muy claro qué quería estudiar y mis padres me recomendaron que me lo pensara bien y que escogiera lo más me gustara, porque luego, durante más de 40 años, me iba a tener que levantar cada mañana para trabajar en algo que debía llenar y alegrar mi vida. Conocí a través de una amiga los programas de estancias en familias americanas. Ella había estado un año en un colegio en Texas, haciendo cuarto de la ESO y cuando volvió no paraba de hablar de ello, de su colegio, sus amigos, su fiesta de fin de curso, sus padres americanos,… así que pensé que podría ser una buena idea irme ese verano a Estados Unidos y perfeccionar mi inglés. ¡Y desde luego que lo fue! Ya sé que suena a tópico, pero realmente fue el mejor verano de mi vida y ha marcado para siempre mi forma de entender el mundo.
Me alojé con una familia americana, mi familia “al otro lado del charco”, en una preciosa ciudad de Carolina del Sur llamada Spartanburg. Nunca había oído hablar de ella, y ahora no podría imaginar mi vida si no existiera un lugar en el mundo llamado así. Jill y Robert, mis padres americanos, son una pareja maravillosa que desde el primer momento me recibieron con los brazos abiertos y me hicieron sentir como alguien muy especial. Y digo desde el primer momento porque aún recuerdo cuando llegué al aeropuerto y me encontré con toda una familia de 3 generaciones esperándome allí, con dos pancartas gigantes con mi nombre, dibujos hechos por los mellizos de la familia, y alguna que otra bandera española y americana. ¡Un recibimiento de lo más yankee!
Al principio fue un poco difícil hacerme entender, porque mi nivel de inglés no era muy bueno. Pero después de unas semanas en Estados Unidos ni yo misma podía reconocerme: era capaz de entender casi todo y de expresarme con mucha mayor soltura. Mi familia me animó todo el tiempo a hablar y no paraban de hacerme preguntas para que se me quitara mi “corte” inicial. Además, hice muy buenos amigos americanos. La casa de Jill y Robert está en un barrio residencial muy bonito y tranquilo, donde prácticamente todos se conocen entre sí. Cuando llegué, hicieron una barbacoa en casa para presentarme “en sociedad”, y pude conocer así a Colleen, Josh, Nicole y Amanda. Desde el principio conecté muy bien con ellos. ¡Tanto que al año siguiente vinieron a visitarme a Sevilla en la feria! Les encantó y yo me sentí super orgullosa de poder mostrarles mi ciudad, presentarle a mis amigos y devolverles en parte la hospitalidad y el cariño que ellos me dieron.
Con mis amigos y mi familia americana visité lugares que nunca voy a olvidar, especialmente el Lawson’s Fork Creek, a donde íbamos a menudo a montar en bicicleta o a hacer footing, o el Hatcher Garden. También con ellos viajé a ciudades como Charleston, donde viven mis abuelos americanos, o Columbia.
Ahora estoy estudiando Turismo, pues en este tiempo descubrí mi pasión por viajar y conocer cómo vive la gente de otros países. Mi experiencia en Estados Unidos no sólo me sirvió para encaminar mi carrera profesional y poder cursar mis estudios en inglés, sino también para crecer como persona, hacerme más madura e independiente y ser capaz de abrirme a gente nueva. Hice amigos que sé que estarán conmigo para siempre y tengo la certeza de pertener a una gran familia de gente maravillosa de mi fascinante Carolina del Sur.
Desde aquí envío un beso muy fuerte a Jill, Robert, Susan y Alex.
Rocío, Sevilla
Para más información sobre el programa de año escolar en Estados Unidos pulse aquí o llame al 910 019 908.